sábado, 11 de febrero de 2017

El primer paso, engancharme al porno

Hola a tod@s, sigo con mi crónica de cómo conseguí volverme una divorciada feliz. Os comenté la última vez que lo primero que hice cuando decidí separarme de mi marido, fue apuntarme a una web de contactos. ¿Lo primero? Pues va a ser que no.
Lo primero fue volverme una enganchada de los vídeos porno online. Sí, como lo oís, antes de lanzarme a conocer gente nueva exclusivamente para acabar con ellos en la cama, acudí a lo fácil y empecé a consumir horas y horas de, preferiblemente, porno amateur. No sé, me hacía gracia ver a mujeres normales y corrientes como yo, que se plantaban delante de una cámara sin pudor ninguno, e imaginaba que yo también iba a ser capaz de hacerlo  algún día, y que me convertía en una estrella porno xxx. ¿Lo imagináis?


Resulta patético confesarlo ahora después de pasado el tiempo, pero es que fue así tal y como os lo cuento. Y era una cosa extraña, por otra parte, porque durante mi matrimonio yo era consciente de que mi marido también visitaba webs pornográficas; no había que ser un lince, pues más de una vez le pillé una lista de galerías porno de fotos amateurs caseras en el historial de navegación de su portátil. Y ahora que lo pienso, nunca me sentí demasiado molesta, quizá ya entonces tendría que haberme fijado en que algo no funcionaba bien, o tal vez no.
Lo raro, como decía, es que me preguntaba cómo podía gustarle a él el mundo del porno online, cuando me tenía a mí en persona para disfrutar de todas las guarradas que se le ocurrieran. Sin embargo, cuando me tocó a mí, no me escandalicé ni nada de eso, y lo tomé muy bien; si me hubieran dicho que estaba enferma, hasta me habría molestado, porque no pensaba que estuviera haciendo nada malo. Supongo que en el caso de mi marido había resultado igual.
Aunque en realidad, si que había algo que estaba mal, aunque tardé un tiempo en saberlo. El problema es que llegó un momento en que no podía irme a la cama sin haber visto porno, y no podía levantarme de ella sin hacerlo otra vez por la mañana. Era un enganche parecido al café, y cuando por fin me di cuenta, me sorprendí de haber estado así dos meses, y que no hubiera notado el paso del tiempo. Comprendí entonces a todos aquellos a los que esto les provocaba una verdadera adicción al porno y que llegaban al punto de tener que ser tratados con terapia para superarlo. Recuerdo una vez que mi ex marido me habló de un amigo suyo que tuvo ese problema, y nada menos que con el porno gay, hasta el punto de tener dudas sobre su inclinación sexual, y que lo pasó muy mal.

Por suerte, lo mío no pasó a mayores, aunque para cambiar el chip tuve que empezar a salir más con mis amigas y realizar actividades fuera de casa, de tal forma que cuando llegaba la noche estuviera tan cansada que llegara a la cama reventada, y que al levantarme tuviera mil proyectos que hacer. Fue entonces cuando una de mis amigas me habló de una web de contactos y me animó a que me apuntara.

Yo no estaba muy segura, pensaba que allí sólo iban las desesperadas y las gordas xxx, buscando cacho cuando no eran capaces de encontrarlo fuera, y yo no me consideraba así; pensaba que era capaz de encontrar compañía masculina por mí misma. Pero al final me convencieron y acabé registrándome en una de esas páginas web, y ahora debo decir que fue una de las mejores decisiones que pude tomar en la vida.


De eso ya os hablaré otro día. Volviendo al tema de hoy, me gustaría decir que no hay nada malo en recurrir al porno online en ocasiones, o por cualquier otro medio, para evadirnos de problemas puntuales o usarlo como una terapia novedosa en nuestra vida. Pero como todo, hay que sabe usarlo con moderación, e intentar que siga siendo una diversión, y no que se convierta en un grave problema a la larga.

lunes, 6 de febrero de 2017

Las memorias de una divorciada feliz de serlo


Buenas a tod@s, hoy empiezo una nueva andadura en mi vida, y es que comienzo a escribir en este blog para contar mis experiencias desde que llegó a ella algo que la mayoría de las veces se ve como una desgracia: el divorcio.
Aclaro que la novedad es que empiezo el blog, no que me acabe de divorciar. Esta decisión se hizo efectiva hace ya dos años, y si me he animado a contar mis vivencias, es porque quiero aclarar que no siempre tiene por qué tratarse de algo negativo, ni suponer un trauma ni para los cónyuges ni para los hijos en el caso de que existan. Desde luego, no fue así en mi caso.
Cuando en un matrimonio se pronuncia la palabra divorcio, casi se puede mascar la tragedia. Pero luego resulta que quizá resulte una liberación, a poco que lo piensas. Yo tenía un matrimonio normal, de esos en que mi marido trabajaba, yo era el ama de casa, y teníamos tres hijos que ya estaban en la adolescencia:  una existencia de lo más común y corriente.
Pero un día me levanté, y empecé a pensar que en realidad mi vida estaba muy vacía. No me llevaba mal con mi marido, de hecho teníamos muchas cosas en común que continuábamos haciendo a pesar de tantos años juntos. No puedo decir que fuera desgraciada pero, ¿feliz? Pues no, tampoco, apegada a la rutina quizá, pero no ilusionada por el futuro.
Como decía, un día me levanté y me di cuenta de que no tenía ilusión por nada, que algo me faltaba. Ojo, es cierto que la idea se me ocurrió de pronto, aunque lo mismo no porque no se sabe qué mecanismos usa la mente para llegar a esos pensamientos; pero no tomé ninguna decisión en caliente. Durante días estuve rumiando la idea, pero no se me ocurría nada con lo que convencerme de que estaba equivocada. Y como soy una mujer muy decidida, no tardé en explicarle a mi marido que quería el divorcio.
Me miró extrañado, pero fijaos que no me pareció demasiado sorprendido. Quizá yo no elegí el mejor momento, porque acabábamos de echar un polvo en nuestra cama aprovechando que nuestros hijos no estaban; pero así y todo, no pareció escandalizarse demasiado. Y mira por dónde, resultó que él tampoco creía que tuviéramos un matrimonio feliz, así que nos despedimos ese mismo día y al siguiente, pedimos el divorcio.
También tuvimos la suerte de que nuestros hijos lo aceptaron muy bien, y eso ayudó a que todo fuera surgiendo y arreglándose de forma natural y civilizada. De hecho, ahora puedo decir que mi ex marido es uno de mis mejores amigos, no en vano hemos tenido tantos años de convivencia, estaría bueno.

Y yo, lejos de deprimirme ni nada parecido, inmediatamente de concedido el divorcio me apunté a una web de contactos. Y ahora estoy más feliz que una perdiz, con el cupo de sexo bien satisfecho, y deseando que llegue cada nuevo encuentro para poder vivir otra excitante aventura. ¿Querréis conocerla?